miércoles, 15 de diciembre de 2010

Podríamos ser...

Cuando eramos niños, soñábamos con el futuro, con el qué seríamos, que papel nos gustaría interpretar de adulto, que labor desempeñar y con que poder ser recordado...

Hubo alguien que nos incitó o nos sirvió de ejemplo a seguir, alguien en quien fijarnos para parecernos a él. Quizás un día dejamos de soñar en como nos hubiese encantado ser, y en ese instante sin querer, empezamos a crearnos tal y como somos.

Podríamos ser una persona que no le importara dar la vida por otra, podríamos ser aquella que nunca le dio miedo a nada, o aquella que se arrugó y desapareció en el aire... Podríamos ser aquel hombre que se sintió grande por creerse el mejor de todos, o tal vez podríamos ser aquel padre feliz por que su hijo también compartiera esa felicidad. Podríamos ser una persona enferma, loca por el juego, o una envidiada por sellar siempre una sonrisa en su rostro... o porque no, un hombre que luchó por defender sus ideas, y logró hacer eco en la vida.

No intentes hacer ver a los demás que algo es así o que lo que te gusta a ti también le gusta a los demás, porque yo también puedo elegir. No te creas superior a los otros, porque te hundirás en tu mundo oscuro y solo. Déjanos elegir, déjanos pensar y valorar por nuestra cuenta. No intentes cambiarnos, ni destruir nuestra mente. Los prototipos las crean las empresas, las tiendas de imagen, la televisión... No se engañen, todo es un teatro...

Hoy me levanto siendo yo otra vez, sin ninguna contaminación en mi mente, con la misma naturalidad de siempre, siendo persona y viviendo el instante, sin preocuparme en como ser.
Con transparencia y tranquilidad porque tengo mi propia personalidad, mis gustos, mi idea sobre el mundo que me rodea, mis amigos y mi vida. Quizás fue como siempre quise ser, o quizás no. Pero si tengo por seguridad que mi vida me a echo convertirme en lo que soy, y créeme, soy feliz por ser como soy.


jueves, 9 de diciembre de 2010

En la 115…

Comienza aquí la historia de un hombre.

Cuando llega el momento de una despedida, de dejar todo a otro lado.

Con las maletas hechas me monto en este tren, no un tren cualquiera, sino el tren de la vida.

En la 115, a eso de las 12.00h, sentado, con miedo… tal vez, pero con la ilusión de volver a nacer.

100km, y un mundo de por medio, ¿no hay porqué preocuparse no? ¿Ó si…?.

Miro por la ventana y veo el mundo pasar, la luz está cada vez más cerca.No pasa nada, si siempre soñé con este momento, el momento de sentir ese lugar por dentro, de creerme persona y aprender a vivir.

“Próxima parada Dos Hermanas…” Esto está aquí, me gustará, ¡porqué tantas preguntas! ¿No es esto…? Madre mía.

Conforme pasa el tiempo mi sonrisa se alarga, ya veo la luz, noto como respiro diferente, que esta sangre corre más alegre. Noto que esta si es mi sangre, que mis ojos llorosos están ansiosos ya por conocer y mis dedos rozando ese aire a Dios, reconociendo lo que un día deje aparcado en el conocimiento y en fotografías.

A eso de 15 minutos, todo tan oscuro, se abre las puertas del tren y mi persona sale acompañado de un montón de equipaje.

Mi equipaje cargado, pesado, no cabía todo lo que llevaba conmigo, quizás… me pasé colocando tantas ganas en él, me equivoqué al calcular cuanto amor dispuesto a enamorar tenía que meter. Ese lugar… una mezcla entre el verde, el azul y la piedra antigua.

Verde naturaleza, naranjos, árboles extrayendo toda la sabiduría de esta tierra, y como no difuminándola a cada persona que pasa por su lado. Azul... ay azul... que bonita se ve Sevilla reflejada en tu agua... El Guadalquivir pasa y desprende frescura de lado a lado, desbordando dulzura. Y ese cielo tan azul... vaya cielo. Pero no queda todo ahí, porque que sería la Giralda sin ese color amarillo desgastado, sin ese pilar que sostiene el día a día del sevillano, de esa sonrisa que saca quien la mira pensando: "Esto no tiene nombre", o esa plaza España abanderada y romántica llena de barcas y corazones forjados para siempre...

Enfermo por pensar en Sevilla y elogiarla, puede ser, lo que también sé es que un enfermo se enamoró de ella, que un día llegó y jamás se quiso marchar… y que a día de hoy es el enfermo más feliz del universo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Jose Luis Ibañez Farru

Te conozco tan poco y a la vez tanto... Quizás el camino nos unió, tal vez fue él, o tal vez ella. Para los que no te conocen, he aquí un hombre de los pies al cielo.

Allí, donde yo nací no entendí al que tú le pides, no lo conocía. Como puede ser que una expiración haga tanto ruido. Parece que ruje el cielo, que se desquebraja el tiempo.

Sin duda alguna eres una persona especial. Un tio que no le preocupa su imagen, que solo se preocupa de él que bastante ya. No creo que haya una sola persona la mitad que tú...

Y anda que te gusta poco un Viernes Santo. Que no se te parte el cuerpo cuando ves a esa señorita tan coqueta salir de esa puerta.

Pocas veces elogio a una persona, pero creo, que jamás elogiaré a una como tú. Íbamos a aprender poco los demás de un tipo como usted... Aquí sobran las estrellas, sobran las tirantas, las cañas... los pasos que saques... Hablando de ti todo eso cobra menor importancia. Esto va más allá. Casualidades, las lecciones de la vida, levantarte con todas las ganas del mundo, entrenar y correr.

Me pongo en tu situación y se me cae el cielo. Hay que tener el corazón más grande del mundo para sacarle hoy una sonrisa al mundo, ¿y sabes qué? ni por un momento dudo que no lo tengas, porque consigues esa ilusión por la vida. Para que luego digan que Dios no existe, ea pues que te pregunten a ti si existe o no.

No tiene suerte ese hombre Farru, que orgullo tiene él de verte desde ahí, dándose cuenta de lo grande que es su hijo... Recuerda, nunca estarás solo. Y si algún día crees que si, corre a la calle Castilla con esa medalla, allí están todas tus respuestas, y lo sabes… Nada existe sin él...